Escrito en primera persona, el lector se siente desde el principio atraído por la arrogancia y el poderío del pirata, por la orgullosa independencia del hombre libre, por la exaltación de la libertad y el riesgo y, en fin, por la actitud romántica del rebelde que transgrede el orden social y sus convenciones. Como dijo Joaquín Casalduero basándose en el estribillo de la canción, para el hombre romántico la libertad es el dior, la fuerza y el viento son ley, y el mar es la patria; por ello, para Espronceda, la figura del réprobo es símbolo de vida espiritual y moral y trasunto de su sensibilidad y sentimienbto. Desde luego, es significativo que, para encarnar el mundo, los románticos tuvieran que acudir a seres marginales y, aún más, automarginados, como se autodefine el personaje esproncediano; porque ni el rey, ni el sacerdote, ni el sabio, ni el héroe les servían para personificar su exaltación del yo y sus anhelos de liberdad y de justicia.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Canción del pirata
Publicada en 1835, "La canción del pirata" es un poema de extrema perfección formal que alcanzó amplísima popularidad, pues, como afirma Robert Marrast, es obra fundamental en la revolución poética de Espronceda y, además en la poesía romántica española. Los estudiosos han subrayado sus cualidades formales: lenguaje conciso con gran poder de síntesis, imágenes adecuadas, perfecta descripción de la estampa del pirata y su entorno, ritmo intensamente marcado y varidad de versos y estrofas (polimetría y poliestrofismo), según las diversas situaciones en el desarrollo del poema, lo que demuestra un total dominio de la versificación. Sin embargo, es impoprtante destacar la sencillez léxica, la ausencia de frases tópicas y la estructura sencilla y armoniosa, lo que ha contribuidao, seguramente, a la perdurable popularidad de estos versos. Es la primera vez que aparece en la poesía española del siglo XIX un personaje, de inequívoca estirpe romántica, que afirme y reivindique con orgullo su indepedencia y desprecio frente a la sociedad, su amor a la libertad, y, en una palabra, su rebelión contra un mundo cuya ley, ética e intereses le parecen irrisorios por absurdos.
Escrito en primera persona, el lector se siente desde el principio atraído por la arrogancia y el poderío del pirata, por la orgullosa independencia del hombre libre, por la exaltación de la libertad y el riesgo y, en fin, por la actitud romántica del rebelde que transgrede el orden social y sus convenciones. Como dijo Joaquín Casalduero basándose en el estribillo de la canción, para el hombre romántico la libertad es el dior, la fuerza y el viento son ley, y el mar es la patria; por ello, para Espronceda, la figura del réprobo es símbolo de vida espiritual y moral y trasunto de su sensibilidad y sentimienbto. Desde luego, es significativo que, para encarnar el mundo, los románticos tuvieran que acudir a seres marginales y, aún más, automarginados, como se autodefine el personaje esproncediano; porque ni el rey, ni el sacerdote, ni el sabio, ni el héroe les servían para personificar su exaltación del yo y sus anhelos de liberdad y de justicia.
Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín; bajel pirata que llaman por su bravura el Temido en todo el mar conocido del uno al otro confín.
La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, Y allá a su frente Estambul:
-Navega, velero mío, sin temor que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.
Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.
Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor
Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.
A la voz de ¡barco viene!, es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar y mi furia es de temer.
En las presas yo divido lo cogido por igual: sólo quiero por riqueza la belleza sin rival.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar. ¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río: no me abandone la suerte, y al mismo que me condena colgaré de alguna antena quizá en su propio navío.
Y si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida ya la di cuando el yugo del esclavo como un bravo sacudí.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.
Son mi música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones.
Y del trueno al son violento, y del viento, al rebramar, yo me duermo sosegado, arrullado por el mar.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.
Escrito en primera persona, el lector se siente desde el principio atraído por la arrogancia y el poderío del pirata, por la orgullosa independencia del hombre libre, por la exaltación de la libertad y el riesgo y, en fin, por la actitud romántica del rebelde que transgrede el orden social y sus convenciones. Como dijo Joaquín Casalduero basándose en el estribillo de la canción, para el hombre romántico la libertad es el dior, la fuerza y el viento son ley, y el mar es la patria; por ello, para Espronceda, la figura del réprobo es símbolo de vida espiritual y moral y trasunto de su sensibilidad y sentimienbto. Desde luego, es significativo que, para encarnar el mundo, los románticos tuvieran que acudir a seres marginales y, aún más, automarginados, como se autodefine el personaje esproncediano; porque ni el rey, ni el sacerdote, ni el sabio, ni el héroe les servían para personificar su exaltación del yo y sus anhelos de liberdad y de justicia.
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