viernes, 30 de marzo de 2012

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve ,esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, ante que el tiempo aireado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudara la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre

Garcilaso de la Vega

  El tema de este soneto, el carpe diem, expresión tomada de una oda del poeta latino Quinto Horacio Flaco, es una incitación a gozar de la vida y la juventud ante la certidumbre de que pronto llegarán la vejez y la muete. Este tema horaciano tuvo una importante recreación el el poema De rosis nascentibus del poeta latino-galo cristiano Dédimo Magno Ausonio. Desde entonces, el carpe diem, tópico que habría de ser muy querido de toda la poesía renacentista y barroca, europea, quedó ligado al tema de la "la brevedad de la rosa"; pues, si Horacio exhortaba a aprovechar el presente y, sobre todo, el tiempo feliz de la juventud, éste encontró su mejor metáfora en la efímera belleza de la rosa, de tan breve vida. Y, antes que en la española, los clásicos grecolatinos tuvieron eco en la literatura italiana, cuya influencia fue tan decisiva en Garcilaso.
  En cada uno de los cuartetos se expresa una proposición, la conclusión en el primer terceto y la generalización justificadora en el último. Estilísticamente, destaca la riquza de adjetivos e imágenes ("ardiente, honesto, blanco, alegre, dulce, etc.") y "vena de oro, primavera, nieve, cumbre", etc. En el ritmo pausado del poema no hay urgencia ni ansiedad, sino que parece ser una tranquila invitación a disfrutar de la juventud y de la belleza mientras duren. La angustia ante la muerte (como en el poema de Góngora sobre el mismo tema) está ausente de aquí. La serenidad y la invitación a vivir en un gozo equilibrado y moderado corresponde a una época, como el Renacimiento, más mesurada y menos angustiada de lo que habría de ser el Barroco.
  Tras la lectura de este soneto, que es "en conjunto una graciosa pintura, delicadamente convencional, maravillosamente luminosa", y olvidada la seria, aunque serena y natural reflexión del último terceto, se corresponde con aquella "primavera" de la cultura europea que fue el Renacimiento. La imagen de la bella muchacha a la que se alude cumple el canon renacentista de la belleza (piel blanca, rostro sonrosado, cabello rubio, cuello esbelto; y, en torno a él revolando, el cabello suelto); y, así, la imagen de la muchacha guarda clara semejanza con la figura de la diosa del amor, nacida de la espuma del mar, a la que el viento agita la dorada cabellera en torno al albo cuello, tal y como la representó el pintor italiano Sandro Botticelli en su cuadro El nacimiento de Venus (entre 1478 y 1486)

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